MARKET DOC

EL BLOG DEL DOCTOR MERCADO: Reflexiones atrevidas e iconoclastas sobre Marketing, Comunicación e Innovación empresarial. Un nuevo punto de vista transgresor y heterodoxo sobre cómo el consumo mueve el mundo.

14 junio 2006

El Marketing de las Ideas Políticas: la Tercera República

Autor: MARKET DOC

Según cuentan los libros de Historia, en el año 509 a.C., tras una oscura revuelta popular, fue depuesto el séptimo y último rey de Roma, conocido como Tarquinio el Soberbio, e instaurado un nuevo orden político: la República. Esta nueva forma de organización se fundamentaba en el reparto y limitación de los poderes públicos, que serían ejercidos por magistrados, elegidos por los ciudadanos por un periodo determinado de tiempo. Aunque la organización republicana evolucionó sensiblemente a lo largo de los siglos, su esencia consistía en evitar la concentración arbitraria del poder en una sola cabeza, lo cual, teóricamente, debería reducir drásticamente la posibilidad de abusar de dicho poder. Como es de sobra conocido, en la práctica la Republica romana funcionó sólo a ratos y se desvaneció en el siglo I a.C., siendo sustituida por el Principado, encarnado en Octavio Augusto y origen del Imperio, con lo que de nuevo se instauraba un sistema de concentración del poder absoluto en un solo individuo. A Augusto le sucedió Tiberio, y posteriormente el Imperio estuvo encabezado por otros personajes de tan infausto recuerdo como Calígula o Nerón, auténticos criminales en serie.

Mucho tiempo ha transcurrido desde que los romanos inventaran el sistema republicano, y mucho tiempo más aún desde la experiencia democrática de la polis ateniense. Los sistemas democráticos actuales son herederos de estas ideas, cuyo desarrollo teórico se produce durante la Ilustración y toma consistencia en la práctica a través de dos hechos históricos fundamentales: la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Tras unos cuanto siglos bastante traumáticos, parece haber llegado el momento en que los estados occidentales modernos pueden gozar de sistemas democráticos desarrollados y estables, basados en principios tan reconocidos como la soberanía popular, la separación de poderes, el reconocimiento y la tutela de los derechos y libertades fundamentales, la participación ciudadana en la vida política, el sufragio universal o el sometimiento a la ley, entre otros.

España es un gran ejemplo de cómo la reciente estabilidad democrática ha sido germen del desarrollo económico y del progreso social, negados ambos a nuestro país durante siglos por nuestra turbulenta Historia. La democracia constitucional española, y el propio proceso de la Transición, han merecido innumerables elogios internacionales y se estudian en las facultades de Ciencias Políticas del mundo entero como ejemplo de reconstrucción de un Estado y de la convivencia de un pueblo, desgarrada por una guerra que dejó un millón de muertos y por una dictadura estéril y excluyente, prolongada durante cuatro oscuras décadas.

Por ello resulta aún más sorprendente, desde un punto de vista meramente histórico y práctico (casi marxista), la moda republicana que parece haber arraigado muy recientemente en nuestro país. Se trata de una recreación de los símbolos y del teórico espíritu de la 2ª República, con la bandera tricolor como seña más reconocible. Sorprendente y curioso, digo, porque se contrapone un experimento fracasado (turbulento durante toda su existencia y que desembocó en una sangría) como alternativa de otro (nuestra actual democracia), que por ahora sólo podemos calificar como de éxito bastante notable (si alguien no cree en éste éxito, no tiene más que preguntar a los inmigrantes que vienen a nuestro país en busca de su trocito de libertad y prosperidad). Sin embargo, como tantas otras veces ¿qué tiene que ver la razón con la Historia? ¿Y con el marketing? Sí, con el marketing, es decir, pura comunicación comercial con el objetivo de “vender” un producto. En este caso, de un producto político.

La rebeldía vende. Y además, puede venderse. Tal cual. La frustración social del individuo urbano es un subproducto del sistema capitalista. A pesar de que casi todos disponemos de un nivel de bienestar más que aceptable, con todas nuestras necesidades alimenticias y sanitarias cubiertas, no todos podemos ser ricos y famosos, tener un adosado en propiedad o el último modelo de BMW. Lo que es más: hay estudios bastante solventes que aseguran que tampoco esto proporciona la felicidad (¿y si resulta que la sociedad de la opulencia no es otra cosa que un espejismo, que una falsa promesa de una inalcanzable felicidad?). El caso es que toda frustración debe tener una válvula de escape. Hace falta un “empedrado” al que echarle la culpa, vamos.

La moda de la República incorpora un concepto de marketing formidable, cuyos efectos más impactantes aún están por llegar. Un concepto con toda una simbología contracultural desarrollada y muy potente, capaz de canalizar el descontento producido por el propio funcionamiento del sistema. En el brillantísimo ensayo “Rebelarse Vende. El Negocio de la Contracultura”, sus autores (Joseph Heath y Andrew Potter) aseguran, y demuestran (a mi juicio) que es “la rebeldía y no el conformismo, lo que controla el funcionamiento del mercado”. La República es un producto contracultural muy bien trabado y fácilmente digestible, que irá ganando cuota de mercado en los próximos años.

Pero ¿hay realmente una ideología diferente detrás de la bandera tricolor? Según el discurso de Gaspar Llamazares, Coordinador general de Izquierda Unida, pronunciado en Jaca en 2005 sobre la vigencia del pensamiento republicano, los valores del mismo serían “la libertad, la igualdad, la laicidad, la virtud cívica, el federalismo” y “el respeto de los derechos humanos”. ¿Alguna diferencia con respecto a nuestra democracia actual? Como no sea el federalismo, es decir, una descentralización regional difícilmente distinguible del modelo autonómico actualmente vigente...

Pero la bandera tricolor es un elemento poderoso, lo suficientemente bien construido para representar emociones muy básicas, como el rechazo a lo establecido, proponiendo una alternativa emocional (y no realmente política). ¿Qué hace un niño rebelde ante la imposición paterna? Lo contrario de lo que se le ordena. La bandera tricolor es como el crucifijo invertido de las sectas satánicas, que emulan todo el ritual católico subvirtiendo las formas, con el fin de mostrar la oposición a lo institucionalizado.

El otro símbolo a derribar sería el de la Corona, claro. Y no entraremos en valoraciones políticas sobre los servicios prestados por la institución durante tres décadas de democracia. A la fecha la Corona sigue siendo el líder indiscutible del mercado (las encuestas le dan entre un 70 y un 80% de cuota), pero debemos ser conscientes de sus puntos flacos y del pujante atractivo de la tricolor.

Majestad, con todo respeto, va haciendo falta actualizar el Plan de Marketing...

5 Comments:

At 1:58 p. m., Anonymous Anónimo said...

La izquierda siempre ha sido hábil para "vender" su mercadería. La República es la momia de un fracaso político y tan actual como las cuevas de Altamira, pero hay que reconocer que les sirve para canalizar el descontento que siempre ha de existir con lo establecido. El problema es que deberían centrarse en combatir las injusticias sociales en vez de vendernos semejante pescado podrido. Fantástico post, por cierto, doctor Mercado.

 
At 4:57 p. m., Anonymous Anónimo said...

ESPAÑA 4- UCRANIA 0. ¿Quién quiere ahora una República? ¡Viva España!

 
At 11:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

La verdad es que hasta que la República y los republicanos no se antualicen y dejen en la memoria el 31 y empiecen a pensar en el presente, los monárquicos continuarán teniendo una poderosa arma: el recuerdo del fracaso (guerra) de la II República.

 
At 10:09 a. m., Anonymous Anónimo said...

Ottinger, yo creo que ese momento ya ha llegado. Los republicanos piensan ya en el presente y en cómo contarnos las cosas según su interpretación retorcida. La República es sólo una excusa. Lo que debe hacer la Casa Real es ponerse a trabajar para desmontarles el garito. La cosa no es tan difícil, basta con incidir en los fracasos de la 2ª República. Que la gente lo conozca y dejarán a los neorepublicanos como lo que son, una pandilla mezclada de caraduras en busca de su pastel, okupas antisistema y casposos carcamales. Si un día triunfaran, acababan a tortas en menos de un año.

 
At 7:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

¿¿La Casa Real...trabajando para desmontarles un garito a los progres?? Sería la primera vez. Algunos siguen confiando en "lo campechano" para mantener el status a base de sonrisas y saludar con la manita, sin darse cuenta que les estan segando la hierba debajo de los pies.
Además, es que no lo pueden disimular, les va el rollo progre y en el fondo lo que quieren ser es uno mas de la camada. Lo malo es que la bestia, cuando detecta debilidad, suele echarse a la yugular. La imagen futura de Felipe es, a dia de hoy, un tanto dificil de visualizar. No digamos ya la de Leonor.

 

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