MARKET DOC

EL BLOG DEL DOCTOR MERCADO: Reflexiones atrevidas e iconoclastas sobre Marketing, Comunicación e Innovación empresarial. Un nuevo punto de vista transgresor y heterodoxo sobre cómo el consumo mueve el mundo.

29 junio 2006

Fútbol, Propaganda y los tres goles de Francia

AUTOR: MARKET DOC.

No sé si se han fijado pero lo ha venido diciendo el locutor de Cuatro durante los ¡cuatro! partidos que ha jugado la selección española en esta Copa del Mundo de Alemania 2006: “¡Esta es la España en la que caben todos! ¡Vascos, catalanes, andaluces...!”. Y además lo ha dicho varias veces por partido. Sorprende el comentario y la reiteración del mismo, porque no suele ser propia esta exaltación patriótica de carácter político en medio de los comentarios de un partido de fútbol. Y menos en la cadena de Polanco.

Así que, como somos mal pensados (y ya nos tienen bastante acostumbrados a pensar mal y acabar acertando), nos hemos preguntando si no hay otras intenciones más oscuras. Por cierto ¿han visto la cantidad ingente de pancartas sabaneras que han lucido las gradas de los estadios durante los partidos de la selección haciendo publicity de la Cuatro? ¿No resulta muy extraño también? ¿Computa esto como autopromociones de cadena? Baratas serían, si contabilizamos como único coste el de una entrada de fútbol regalada al autor de la obra pictórico-propagandística...

Será que la derrota de nuestra Armada Invencible (justísima, por cierto) nos ha dejado un sabor de boca tan malo que vemos fantasmas por las esquinas. Además esta vez, como no hay árbitro al que echarle la culpa, necesitamos nuestra dosis de conspiración paranoide habitual. Pero es que nos lo ponen tan fácil... Siguiendo con las pancartas ¿vieron ustedes, por casualidad, durante el partido con Francia, una enorme pancarta enfocada por las cámaras de Cuatro hasta el hastío, que estaba formada por una bandera española con la palabra “BILBAO” escrita en negro en la banda central? También inaudito, no me digan. Que de sobra es conocida la gran hinchada vizcaína que tiene la selección...

Y es que algo olía a podrido en Alemania. Y el olor proviene del sitio habitual. No vamos a entrar ahora en un tema ya tan sobado como el de la manera misteriosa y siciliana que han usado la Cuatro y su hermana pobre, la Sexta, para hacerse con los derechos del Mundial. Tampoco nos remontaremos a cómo les han regalado sus jugosas concesiones analógicas, pero justo es recordarlo para ubicar la procedencia del hedor. La propaganda hiede, pero sigue siendo una eficaz herramienta para tapar algunas vergüenzas: esta exaltación patriotera no puede ser otra cosa que una artimaña para convencer a la masa de que en este país no pasa nada, de que seguimos siendo una “unidad de destino en lo universal” a pesar de que donde antes había una nación ahora haya tres, de que estemos negociando con el enemigo terrorista mafioso y separatista por antonomasia en contra de la mitad de los españoles y de que cada vez se aliente más el espíritu de la Segunda República (que ha de volver a la carga en otoño, verán) para arrinconar del todo a diez millones de personas. ¡A por ellos, oé! Y aquí no pasa nada. Panem et Circenses, que decían los romanos.

Pero llegó Zidane y les aguó la fiesta. Hay cosas que no se pueden manipular tan fácilmente.

Gracias fútbol.

28 junio 2006

El Fin de las Reuniones Absurdas

Autor: MARKET DOC

El otro día quedé a tomar una cerveza a la salida del trabajo con un querido amigo, ejecutivo de una importante empresa de telecomunicaciones. Hacía tiempo que no nos veíamos, cosa normal en una ciudad tan grande como Madrid, con lo que era mucho lo que teníamos que charlar. Yo llegué a la hora convenida, pero tuve que esperar unos cuarenta minutos a mi colega, que finalmente se presentó, respirando agitadamente y avergonzado por el retraso. Su excusa me sonó bastante familiar: a última hora, su jefe había convocado una reunión inesperada.

Disculpado el retraso, la primera parte de la velada transcurrió en medio de una agradable conversación sobre el devenir de nuestras vidas y el comentario de los últimos acontecimientos políticos y deportivos. Llegado el momento de las confidencias, mi colega se sinceró sobre su situación profesional: “El trabajo está bien, no creo que tenga derecho a quejarme demasiado, y el negocio realmente va como un tiro. Pero soportar a mi jefe resulta cada día más difícil. Si esto no cambia, en otoño comenzaré a buscar una salida”. Profundizando en el asunto (mi amigo tenía ganas de explayarse), resultó que el problema fundamental consistía en que su jefe era un auténtico paradigma del liderazgo. Del malo, claro.

Lo peor con diferencia...” – continuó – “...es el vicio que tiene con las reuniones. Para cualquier pequeño problema, convoca una. Le da igual la hora que sea. Uno sabe cuándo entra en una reunión de las suyas, pero no cuando va a salir”. Hasta que nos despedimos, mi pobre camarada siguió confesando su desesperación ante la “reunionitis” que padecía su jefe, agravada por todo tipo de males derivados. Tomé nota mental de aquello y al día siguiente lo sinteticé en una lista de errores, a la que inmediatamente titulé “Compendio de las Reuniones Absurdas”. A continuación, reproduzco estos errores:

1.- Convocatoria extemporánea (reuniones por sorpresa y reuniones de última hora): ¿cuántas reuniones se convocan sin tiempo suficiente para prepararlas adecuadamente? Es cierto que existen momentos de crisis, pero son los menos (y en ese caso, aún con más razón debieran aplicarse ciertos protocolos en aras de obtener la máxima eficiencia). Si la reunión es una herramienta para tomar decisiones, disponer de una información precisa sobre la que discutir resulta indispensable. Si no, la opinión poco fundamentada se convierte en el único elemento de trabajo y el fracaso puede estar servido. La reunión “por sorpresa” impide que los asistentes acudan adecuadamente preparados. Otra cuestión: convocar reuniones a las siete de la tarde no sólo es una falta de respeto hacia los demás y hacia sus familias sino una importante fuente de desmotivación.

2.- Falta de un objetivo preciso (la reunión merienda): suele decirse que si no sabes hacia dónde ir puedes acabar en cualquier parte (o en medio de ningún sitio, más bien). Según mi amigo: “mi jefe nos reúne con el objetivo difuso de hablar sobre...”. En este caso la reunión se convierte en un fin en sí misma, y deja de servir como herramienta. La solución: definir objetivos concretos, realizables y cuantificados de alguna manera, dándolos a conocer a los asistentes con el tiempo necesario.

3.- Concurrencia multitudinaria (la reunión habitación de los hermanos Marx): no existe un número de asistentes que pueda calificarse como óptimo, pero la experiencia indica que cuanto mayor sea el grupo, más se dificulta el diálogo y mayor tendencia a la dispersión. En palabras de mi colega, su jefe “no es capaz de identificar qué personas son realmente necesarias y pueden aportar algo, o no quiere hacer el esfuerzo necesario para identificarlas”. Las organizaciones muy jerarquizadas y burocráticas dificultan este proceso enormemente, puesto que las convocatorias suelen realizarse a tenor del puesto desempeñado y no de la idoneidad de la persona.

4.- Ausencia de moderación (la reunión gallinero): la conducción de las reuniones resulta fundamental para el cumplimiento de sus fines. Si realmente es necesario contrastar las opiniones de todos, el papel de un árbitro que dé voz a todos y haga respetar los turnos de intervención, resulta indispensable. La moderación permite avanzar a través de las fases de la reunión en pos del objetivo, sintetizando conclusiones cuando sea necesario y centrando el tema cuando se disperse.

5.- Secuencia deficiente de fases (la reunión desordenada): muchas personas desconocen que una reunión está compuesta de varias fases con fines diferentes. No existe una secuencia estándar, pues esta puede variar en función del objetivo, pero una bastante habitual y aplicable es la siguiente: fase 1- Presentación del asunto y planteamiento del objetivo de la reunión; fase 2- fase de información (los asistentes presentan la información y los análisis necesarios, previamente preparados); fase 3 – fase de discusión moderada; fase 4- conclusiones y plan de acción. Lo importante es que quien convoca, diseñe previamente el esquema adecuado.

6.- Duración no limitada previamente (la reunión universo en expansión): una reunión bien diseñada es la que tiene una hora concreta de finalización. Los asistentes son conscientes de este término, por lo que deben priorizar los aspectos fundamentales, eliminando de su exposición lo accesorio. Con ello se gana en eficiencia y rigor, evitando la dispersión de ideas. El tiempo es oro y es misión del moderador gestionar este preciado recurso.

7.- Conclusiones indefinidas (la reunión estéril): las reuniones de mi amigo suelen concluir en lo que la filosofía griega clásica denominaba “aporías”, es decir conclusiones inaplicables. En otras ocasiones, ni siquiera hay conclusiones, sino que el “asunto se aplaza para continuar discutiendo otro día”. Cuando el líder no ejerce de tal, es raro que una reunión termine como debería: con un plan de acción concreto y ejecutable, en el que se han asignado plazos y responsables.

Creo que nuestra charla tuvo un efecto terapéutico para mi amigo, y desde luego a mí me sirvió para aclarar ciertas ideas.


-Para gestionar un equipo humano deberían exigir un carné, que sólo podría conseguirse tras superar unas pruebas de capacitación -comenté yo.


-Estoy de acuerdo.- dijo mi amigo, mientras apuraba la última cerveza – Aunque yo creo que el problema es más profundo. Entiendo que se pueda ser egoísta con el tiempo de los demás, pero me sorprende lo generosos que son algunos con el suyo propio.

¿Veremos algún día el fin de las reuniones absurdas? Alguno seguro que propondría una reunión para discutirlo...

21 junio 2006

Coca Cola Light y Mentos: Un Volcán de Publicity.

AUTOR: MARKET DOC.

Se trata de una nueva estupidez freak que está causando sensación a través de esa gigantesca valla publicitaria de la era cibernáutica que es Youtube.com, responsable de haber hecho famoso al Koala, entre otras grandes aportaciones a la pseudo cultura de los nuevos tiempos. La cosa no puede ser más chusca: al parecer, dos mozalbetes americanos sin oficio ni beneficio descubrieron cómo crear una réplica de los géiseres de Yellowstone a base de verter un paquete de caramelos de la marca Mentos (no vale otra, al parecer) en una botella de Coca Cola Light. La reacción química que se produce, hace que el líquido salga disparado como si de la erupción del Krakatoa se tratase. Y hasta aquí el experimento “quimicefa” de estos dos talluditos yankees, que no hubiera ido más lejos de no existir hoy la red de redes, la enorme afición de los americanos por grabarlo todo y el inenarrable apetito de las masas por este tipo de acontecimientos que estimulan el instinto lúdico, cada vez más protagonista gracias a la entronización de la eterna adolescencia, en la que parece que estamos condenados a vivir hasta la jubilación.

El descubrimiento de estos dos pájaros debería figurar ya en todas las enciclopedias, al lado de grandes hombres como el doctor Fleming o Pasteur, si nos remitimos al número de imitadores que han surgido, provistos de sus cocacolas, sus caramelitos y la cámara de vídeo, y que parece que no tienen mucho que hacer y tampoco andan sobrados de originalidad. En fin.

La vertiente profesional del asunto radica en el volcán de publicity (publicidad gratuita en forma de noticias, para los no iniciados) que este hito de la ciencia ha producido para las marcas implicadas. Es difícil que alguien no conozca la marca Coca Cola, pero hoy podemos asegurar que Mentos es mucho más conocida que antes de la “erupción”. Pero ¿es esto bueno para las marcas o no?

En su libro “La Caída de la Publicidad y el Auge de las RRPP”, Al y Laura Ryes analizan el enorme potencial de la publicity como plataforma lanzadora de marcas, reconduciendo el papel de la publicidad tradicional al de “defensor” de marcas ya instaladas. La ventaja de la publicity radica en que, además de gratuita, es mucho más aceptada por el receptor y considerada como más creíble que la publicidad tradicional, siempre parcial e interesada. La desventaja fundamental es que resulta muy difícil de controlar, al depender de terceros, generalmente los periodistas.

Y esto es lo que ha pasado en este caso: Publicity descontrolada en la que la exposición de la marca a un inmenso público resulta evidente, pero donde el mensaje dista mucho de ser el más positivo. No lo olvidemos, la comunicación de marcas debe pretender obtener notoriedad y posicionamiento. La notoriedad se consigue mediante la cobertura del público objetivo (cuanto mayor número de impactos en este público, mejor). Pero el posicionamiento se logra mediante la comunicación rigurosa y continua de un mensaje determinado. ¿Cuál es el mensaje en este caso? Mejor ni pensarlo. ¿Se acuerdan de esa leyenda urbana que decía que la Coca Cola desatascaba cañerías y era usada por los pescadores como lubricante barato?

Por ello, no parece, como sostienen algunos medios, que el hallazgo de estos dos “vulcanólogos” haya resultado muy provechoso para estas marcas. Desde luego, en Coca Cola no parecían estar muy felices.

Conclusión: no toda publicity es sana. El mensaje es lo verdaderamente sustancial.
Por cierto, mucho cuidado con intentar el experimento en casa (instrucciones en este link), que yo he puesto el techo del baño perdido...

14 junio 2006

El Marketing de las Ideas Políticas: la Tercera República

Autor: MARKET DOC

Según cuentan los libros de Historia, en el año 509 a.C., tras una oscura revuelta popular, fue depuesto el séptimo y último rey de Roma, conocido como Tarquinio el Soberbio, e instaurado un nuevo orden político: la República. Esta nueva forma de organización se fundamentaba en el reparto y limitación de los poderes públicos, que serían ejercidos por magistrados, elegidos por los ciudadanos por un periodo determinado de tiempo. Aunque la organización republicana evolucionó sensiblemente a lo largo de los siglos, su esencia consistía en evitar la concentración arbitraria del poder en una sola cabeza, lo cual, teóricamente, debería reducir drásticamente la posibilidad de abusar de dicho poder. Como es de sobra conocido, en la práctica la Republica romana funcionó sólo a ratos y se desvaneció en el siglo I a.C., siendo sustituida por el Principado, encarnado en Octavio Augusto y origen del Imperio, con lo que de nuevo se instauraba un sistema de concentración del poder absoluto en un solo individuo. A Augusto le sucedió Tiberio, y posteriormente el Imperio estuvo encabezado por otros personajes de tan infausto recuerdo como Calígula o Nerón, auténticos criminales en serie.

Mucho tiempo ha transcurrido desde que los romanos inventaran el sistema republicano, y mucho tiempo más aún desde la experiencia democrática de la polis ateniense. Los sistemas democráticos actuales son herederos de estas ideas, cuyo desarrollo teórico se produce durante la Ilustración y toma consistencia en la práctica a través de dos hechos históricos fundamentales: la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Tras unos cuanto siglos bastante traumáticos, parece haber llegado el momento en que los estados occidentales modernos pueden gozar de sistemas democráticos desarrollados y estables, basados en principios tan reconocidos como la soberanía popular, la separación de poderes, el reconocimiento y la tutela de los derechos y libertades fundamentales, la participación ciudadana en la vida política, el sufragio universal o el sometimiento a la ley, entre otros.

España es un gran ejemplo de cómo la reciente estabilidad democrática ha sido germen del desarrollo económico y del progreso social, negados ambos a nuestro país durante siglos por nuestra turbulenta Historia. La democracia constitucional española, y el propio proceso de la Transición, han merecido innumerables elogios internacionales y se estudian en las facultades de Ciencias Políticas del mundo entero como ejemplo de reconstrucción de un Estado y de la convivencia de un pueblo, desgarrada por una guerra que dejó un millón de muertos y por una dictadura estéril y excluyente, prolongada durante cuatro oscuras décadas.

Por ello resulta aún más sorprendente, desde un punto de vista meramente histórico y práctico (casi marxista), la moda republicana que parece haber arraigado muy recientemente en nuestro país. Se trata de una recreación de los símbolos y del teórico espíritu de la 2ª República, con la bandera tricolor como seña más reconocible. Sorprendente y curioso, digo, porque se contrapone un experimento fracasado (turbulento durante toda su existencia y que desembocó en una sangría) como alternativa de otro (nuestra actual democracia), que por ahora sólo podemos calificar como de éxito bastante notable (si alguien no cree en éste éxito, no tiene más que preguntar a los inmigrantes que vienen a nuestro país en busca de su trocito de libertad y prosperidad). Sin embargo, como tantas otras veces ¿qué tiene que ver la razón con la Historia? ¿Y con el marketing? Sí, con el marketing, es decir, pura comunicación comercial con el objetivo de “vender” un producto. En este caso, de un producto político.

La rebeldía vende. Y además, puede venderse. Tal cual. La frustración social del individuo urbano es un subproducto del sistema capitalista. A pesar de que casi todos disponemos de un nivel de bienestar más que aceptable, con todas nuestras necesidades alimenticias y sanitarias cubiertas, no todos podemos ser ricos y famosos, tener un adosado en propiedad o el último modelo de BMW. Lo que es más: hay estudios bastante solventes que aseguran que tampoco esto proporciona la felicidad (¿y si resulta que la sociedad de la opulencia no es otra cosa que un espejismo, que una falsa promesa de una inalcanzable felicidad?). El caso es que toda frustración debe tener una válvula de escape. Hace falta un “empedrado” al que echarle la culpa, vamos.

La moda de la República incorpora un concepto de marketing formidable, cuyos efectos más impactantes aún están por llegar. Un concepto con toda una simbología contracultural desarrollada y muy potente, capaz de canalizar el descontento producido por el propio funcionamiento del sistema. En el brillantísimo ensayo “Rebelarse Vende. El Negocio de la Contracultura”, sus autores (Joseph Heath y Andrew Potter) aseguran, y demuestran (a mi juicio) que es “la rebeldía y no el conformismo, lo que controla el funcionamiento del mercado”. La República es un producto contracultural muy bien trabado y fácilmente digestible, que irá ganando cuota de mercado en los próximos años.

Pero ¿hay realmente una ideología diferente detrás de la bandera tricolor? Según el discurso de Gaspar Llamazares, Coordinador general de Izquierda Unida, pronunciado en Jaca en 2005 sobre la vigencia del pensamiento republicano, los valores del mismo serían “la libertad, la igualdad, la laicidad, la virtud cívica, el federalismo” y “el respeto de los derechos humanos”. ¿Alguna diferencia con respecto a nuestra democracia actual? Como no sea el federalismo, es decir, una descentralización regional difícilmente distinguible del modelo autonómico actualmente vigente...

Pero la bandera tricolor es un elemento poderoso, lo suficientemente bien construido para representar emociones muy básicas, como el rechazo a lo establecido, proponiendo una alternativa emocional (y no realmente política). ¿Qué hace un niño rebelde ante la imposición paterna? Lo contrario de lo que se le ordena. La bandera tricolor es como el crucifijo invertido de las sectas satánicas, que emulan todo el ritual católico subvirtiendo las formas, con el fin de mostrar la oposición a lo institucionalizado.

El otro símbolo a derribar sería el de la Corona, claro. Y no entraremos en valoraciones políticas sobre los servicios prestados por la institución durante tres décadas de democracia. A la fecha la Corona sigue siendo el líder indiscutible del mercado (las encuestas le dan entre un 70 y un 80% de cuota), pero debemos ser conscientes de sus puntos flacos y del pujante atractivo de la tricolor.

Majestad, con todo respeto, va haciendo falta actualizar el Plan de Marketing...

07 junio 2006

Por favor, ¡no diga: Sinergia!


Autor: MARKET DOC
Según cuenta la revista Fortune, el doctor Art Levinson, Consejero Delegado (CEO) de la prestigiosa compañía de biotecnología Genentech, envió hace poco un e-mail a todos sus gerentes acerca de la “...proliferación de presentaciones de PowerPoint plagadas de jerga ininteligible”. Levinson afirmaba en este correo que “...recientemente he tenido que leer muchas presentaciones simplemente incomprensibles. Discursos totalmente desprovistos de contenido pero llenos de palabras rimbombantes, sólo válidos para nublar la mente. Me parece que esto constituye un serio problema, y lo peor de todo es que se está extendiendo como una enfermedad”.

Esta “enfermedad” es conocida ya como “jerga de consultores”, dada la gran inclinación de una gran parte de estos profesionales por emplear una serie de términos de nuevo cuño y difícil pronunciación, que en realidad designan conceptos bastante comprensibles, con el fin de oscurecer los discursos y dar una falsa apariencia de que disponen de un conocimiento secreto no accesible para cualquiera. Exactamente igual que los tramposos sacerdotes egipcios del dios Amón-Ra, hacían cuatro milenios atrás.

Palabras como: feedback, branding, marketplace, ventana de oportunidad, triple play, churn, o palanca de valor, no buscan otra cosa que epatar al oyente, y si alguna vez significaron de veras alguna cosa capaz de merecer un término propio y que todos tuviéramos que hacer el esfuerzo de enterarnos de qué era aquello, a fuerza de tanto sobarlas, han perdido el poco sentido que pudieran tener. Si alguno de estos términos ha sido escrito, pronunciado, manejado, utilizado y abusado hasta la nausea, ese es el de “sinergia”.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, Sinergia significa: “acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. Al parecer ya Aristóteles dijo que “el todo no es igual a la suma de las partes”, con lo que quedaba asentado el concepto desde muy antiguo. Hasta aquí muy bien. El problema viene cuando la sinergia se convierte en el centro del universo “consultoril”, en el santo grial del asesor empresarial. Entonces empieza el abuso.

Mis ojos, a pesar de su juventud, han visto ya cientos de presentaciones de PowerPoint pergeñadas por múltiples consultores, donde el objetivo de “conseguir sinergias” se convierte en el motivo fundamental de la estrategia de toda organización moderna. Lo curioso no es el planteamiento en sí, sino la desfachatez, la falta de rigor y la vaguedad con la que explican en qué consisten y la manera de conseguirlas. Ejemplos de que lo que digo es cierto no nos faltan tras haber superado la burbuja puntocom. Si no, que se lo pregunten a Telefónica y que alguien nos detalle los beneficios de las sinergias conseguidas en todas sus aventuras audiovisuales e interneteras (la cosa puede parecer graciosa ahora, pero que hable quien se fió de aquellos “powerpoints” y compró “Terras” a más de 100 euros...).

Atención, ahí va una idea para quien quiera convertirse en un gurú del management (otro palabro importado, por cierto): que escriba un libro explicando que las compañías no se gestionan con ratios o palancas de valor, sino conociendo el negocio en profundidad, remangándose, y poniéndose en la piel del comercial que sale a patear la calle todas las mañanas o del jefe de producción, que se enfrenta a todos los problemas de gestionar los suministros y el proceso real de generación de nuevos productos. Este libro sería un éxito de ventas, seguro. Un título posible (en inglés, claro): “Back to Reality” (“De vuelta a la Realidad”).

En Genentech, Art Levinson ha llegado a inventar un curioso juego: ha recopilado los términos rimbombantes más utilizados y ha construido con ellos unas tarjetas de bingo. Los asistentes a cada presentación acuden con su tarjeta y van tachando en ella las palabrejas malditas cada vez que aparecen. El primero en hacer una línea, gana. Además, se tiene que levantar y gritar “¡gBuzz!” (algo así como, “¡Chorrada!”).

Así que por favor, si es usted consultor, directivo, etc., no caiga en la tentación: Primero, conozca a su audiencia. Segundo, respétela (no intente pasarse de listo: la gente no es tonta). Tercero, sepa qué quiere transmitir y sea honesto consigo mismo: si lo que va a contar es una perogrullada, no trate de disfrazarlo con palabrejas.
Y sobre todo, bajo ningún concepto, nunca, nunca, nunca vuelva a decir “sinergia”.

02 junio 2006

¿Hacia un Mundo Virtual?


Autor: Market Doc
El pasado 21 de Octubre, el cineasta Jon Jakobs adquirió en subasta un complejo hotelero situado en una plataforma espacial, pagando por él la suma de 100.000 dólares. Quizá el precio pueda parecer modesto si tenemos en cuenta la inversión que la industria aeroespacial realiza para poner en órbita un sencillo satélite de comunicaciones, sin embargo la perspectiva cambia cuando uno se da cuenta de que, evidentemente, no existe ningún hotel orbital.

¿Ha sido Jon Jakobs objeto de un sofisticado timo? Parece que no, aunque resulte difícil explicar (sobre todo a las personas menos puestas en nuevas tecnologías) que este productor cinematográfico ha adquirido una propiedad virtual dentro de un juego (de los llamados “multijugador”) que se desarrolla en internet. Es decir, el complejo hotelero existe, pero exclusivamente dentro de ese juego, aunque el dinero que ha pagado Jakobs es absolutamente real y físico (dólar a dólar). Es como si cuando jugamos al Monopoly en familia o con unos amigos, estuviéramos dispuestos a pagar dinero real por adquirir una calle determinada, sobre la que colocar luego nuestros hotelitos de plástico rojo. Parece absurdo ¿verdad?

El juego en cuestión se llama “Entropía Universe” (http://www.entropiauniverse.com/), ha sido desarrollado por la empresa sueca MindArk, y reproduce la colonización de un nuevo planeta (Calypso) fuera de nuestro sistema solar. Cada jugador asume el rol de un colono, que debe abrirse paso en este planeta salvaje, lleno de peligros pero también de oportunidades. Estas oportunidades se multiplican en la medida en que el jugador/colono disponga de determinados objetos virtuales, que puede adquirir dentro del propio juego a otros jugadores o a la organización. El juego, por tanto, incorpora un desarrollado sistema económico que es gestionado por los administradores de MindArk, que llegan a emitir una moneda virtual propia (el PED) con un cambio inmediato a dinero real (10 PED’s = 1 $). A principios del mes de mayo, el planeta Calypso estaba ya poblado por más de 400.000 colonos y el PIB de este planeta/juego se estimó en 160 Millones de dólares el año pasado (más que algunos países pequeños reales).

Pero este no es el único ejemplo. Juegos de rol on line, como “World of Warcraft” (WoW), capaces de reproducir realidades virtuales complejas donde la interacción con otros jugadores resulta el principal aliciente, cuentan con cientos de miles de jóvenes seguidores dispuestos a pasar varias horas diarias inmersos en la fantasía que el juego propone. En este caso, ha sido desarrollado por Blizzard, una empresa propiedad del gigante multimedia Vivendi Universal, que ha declarado ingresos por valor de 134 Millones de euros durante el primer trimestre de 2006, en su mayor parte gracias al éxito de “WoW”. Otro dato: el conglomerado multimedia Viacom (que agrupa compañías como las productoras Paramount y Dreamworks o la cadena de televisión MTV) adquirió recientemente la compañía Xfire, que ha reunido una comunidad de más de cuatro millones de jugadores on line (de más de 100 países). Su precio: 102 millones de dólares.

Visto lo visto, no resulta verosímil que en el apocalíptico caso de que unos ordenadores inteligentes y malvados quisiesen hacerse con el control del mundo, hubieran de engañar a los humanos sometiéndonos forzosamente a vivir en una realidad virtual, como propone la película Matrix, sino que parece que iríamos como corderitos al matadero...

Bromas aparte, no creo que en este momento se le escape a nadie la enorme cantidad de implicaciones e interrogantes de todo tipo que presenta la generalización de estas “realidades virtuales”, dotadas de complejos mecanismos sociales y económicos, que cada vez atraen a más y más gente, que pasa más y más horas sumergida en ellos, estableciendo relaciones de todo tipo, y hasta comprando, vendiendo e invirtiendo dinero real.

Algunos gobiernos ya han mostrado su preocupación ante esta problemática, cuya punta visible parece ser la de la adicción que los jugadores más jóvenes pueden llegar a sufrir, comprometiendo su rendimiento en los estudios e incluso su desarrollo. En este sentido, el gobierno chino anunció hace unos meses que obligaría a todos los jugadores on line a identificarse. Otra noticia de hoy mismo: las autoridades de Vietnam están dispuestas a limitar legalmente el tiempo que se permite estar “enganchado” a estos mundos ficticios, sancionando a los infractores con el peor castigo que pueden llegar a sufrir: la pérdida de los puntos obtenidos. Podrá ser discutible éticamente, pero no me negarán que la medida es original.

Aunque existen muchas teorías al respecto, es evidente que los juegos on line proporcionan la posibilidad de evadirse de la frustrante realidad, siempre llena de obligaciones y deseos insatisfechos, sustituyéndola por un sucedáneo cada vez más evolucionado que permite configurar la experiencia a la medida del jugador. Se trata de fuentes de placer inmediato, donde el hombre se convierte en un ser “superpoderoso” que puede hacer realidad (aunque sea virtual) sus fantasías más narcisistas. No es de extrañar su éxito.

Pero ¿quién controla lo que ocurre en estos mundos virtuales? ¿están preparados para hacerlo adecuadamente? Ya hemos visto que se mueve dinero real, generando negocios que difícilmente pueden ser objeto del control de las administraciones. ¿Están las legislaciones preparadas para lo que se les viene encima? ¿Quién garantiza las inversiones de los jugadores (como la de Jakobs y su hotel espacial)? ¿Alguien controla la estabilidad monetaria del sistema? ¿Se pueden llegar a cometer delitos virtuales? ¿Qué trascendencia tiene esto en el mundo real?

La experiencia virtual sólo acaba de comenzar. En el futuro cercano los ordenadores serán capaces de generar realidades alternativas aún más creíbles y sensibles (mera cuestión de velocidad de proceso), mientras que las generaciones más jóvenes, educadas en plena revolución digital, encabezarán la pirámide de los consumidores, gozando de su máximo poder adquisitivo. ¿Preferirán el mundo real o el virtual?

Continuará...

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